PREGÓN 1 --  Año 2005

 

Es norma en la mayoría de los pueblos, dar inicio a las fiestas con unas palabras que suelen llamar pregón. Generalmente es pregonero (¡cómo cambian los tiempos!) alguien que tiene méritos, es popular,  o tiene suficiente carisma para ser aceptado por la concurrencia. Nada de todo eso se da en  mí. Lo hago a petición del Sr. Alcalde, sabedor de que la  gente con verdaderos méritos vendrá, al menos eso espero, en años sucesivos. Pido disculpas, pues, por ocuparos estos minutos sin vuestra autorización.

Y después de esto....

Felices fiestas a todos, a  los de Guadramiro  y a cuantos de otros lugares,  habéis llegado con el ánimo dispuesto a compartir  la alegría que ya comienza a respirarse en esta plaza.

Quiero deciros que, desde siempre  las fiestas populares fueron elementos que separaban  periodos naturales;  periodos que tenían que ver con un cambio en las tareas agrícolas;  eso antes, cuando una mayoría de la población era eminentemente rural; cuando el trabajo era de sol a sol - y si a mano venía, de luna a luna. Eran otros tiempos que muchos conocemos y algunos ni sospecháis.


 Pues así ocurría con la fiesta de S. Cristóbal. Hace años, se celebraba, en la frontera del verano y el otoño. Se trataba de una fiesta casi familiar, restringida al círculo de los cofrades.  Un día, un cura viejo pero bueno, recogió el sentir mayoritario de la gente y decidió que un santo tan grande no debía tener una fiesta tan pequeña. Aclaro: que yo sepa, S. Cristóbal no se había quejado.

 Por otra parte, la vida había evolucionado lo suficiente como para poder robarle un par de días a la siega. Y entre todos, hicimos una fiesta popular y se trasladó al mes de julio.

Al hablar de  fiestas populares, estamos haciendo alusión a su origen. Nacen del pueblo y el pueblo las desarrolla. Son por encima de todo diversión, pero también se pueden convertir  en  vehículos de protesta. Aquí no, aquí nos enseñaron   a soportar  y, como nos decían, ... “ a llevarlo con resignación”.

Las fiestas populares, siguen perviviendo actualmente y deben continuar reafirmando y renovando vínculos y amistades.

Y sería conveniente no olvidar lo anterior en estos tiempos que corremos; porque estos tiempos de progreso tienen, entre otras consecuencias, mayor insolidaridad, mayor incomunicación, más aislamiento.

 

En épocas pasadas, la necesidad material hacía más dependientes a unos de otros. Vosotros, como  yo,  recordáis a la gente se agruparse  para realizar  las labores del verano, las matanzas, y tantas otras tareas. Las relaciones eran más fuertes. Se compartía el canto, el baile, el llanto, o simplemente el paso del tiempo.  Y eso unía.  Recuerdo, y muchos de vosotros también, cómo en aquellas interminables tardes de invierno, era frecuente ir a casa del vecino, o del pariente a pasar el rato; Transcurrido  un cuarto de hora, cada cual cabeceaba por su lado. Y es que no estaba el cuerpo para bromas.  Eso, lo creáis o no, también unía.

Participad en las  actividades que figuran en el programa, porque participar  no es difícil. En la fiesta sólo se requiere un poco más de atrevimiento;  temeridad hasta donde a cada cual le llegue el sentido común; alboroto a discreción y algo importante, incluso más que lo anterior: la cartera bastante llena. Pero, bueno, ¡ tampoco os paséis!

Habrá quien lamente la ausencia de alguna actividad,  que en otro tiempo fue  tradicional.  Las tradiciones, como la vida tienen su ciclo: nacer, crecer, morir.

Os voy a poner un ejemplo: aquí había unas fiestas con gran arraigo, con animada participación, con mucho tamboril. Me refiero a la fiesta de los quintos. ¿qué sentido tiene ya, si no hay mili, y peor, si no quedan mozos?.

Lo malo es que las tradiciones nuestras, las autóctonas, esas que retratan nuestro carácter y forma de ser, difícilmente van a surgir y desarrollarse. Y las que quedan cada vez nos diferencian menos. Es el tributo a esa palabra con la que nos machacan en los medios de comunicación: la globalización; en definitiva:  igualar modos de vida.

Acabo, pero permitidme un minuto para el recuerdo de aquellos  que, con más fe e ilusión que medios, iniciaron o iniciamos la fiesta de S. Cristóbal en el tiempo y forma actual. Nuestro recuerdo de modo especial  para quienes ya no podrán estar nunca entre nosotros.

Se  han perdido algunas actividades. Había teatro, carrozas, pasacalles, el baile regional con gente del pueblo.

Teníamos aquellos competidos e interminables  partidos de fútbol a las cuatro de la tarde, con el sol de los veranos de antes cayendo a plomo (que ya había que tener afición!) Pero, sobre todo, como os he dicho, sobraba ilusión. Esa ilusión mezclada con el sudor de la siega y la acarreada se extendía, desde muchos días antes, por las calles del pueblo, y que  igual abarcaba a niños, mozos y mayores. Porque, para quienes no lo sepan, aún había niños, aún había mozos y también había mayores.

 

Hoy... ya sabemos en qué ha quedado nuestro pueblo. Pero los pocos que quedáis y los que aún seguimos sintiendo que nuestras raíces siguen donde prendieron, hagamos que la fiesta siga y nos ayude a sentirnos más unidos y más solidarios.

Participad. Divertios.....

Y viva S. Cristóbal.

 

E. HERNÁNDEZ