EL TELECLUB

 

 

La llegada de la televisión a nuestras vidas supuso un cambio en el modo de divertirnos y ocupar nuestros ratos de ocio, tanto a pequeños como a mayores.

El primer televisor que disfrutamos la inmensa mayoría de los vecinos de nuestro pueblo se instaló en el salón bajo del ayuntamiento. Se creó el llamado “Teleclub” y la mayor parte de paisanos nos asociamos a él y comenzamos a llevar de nuestras casas bancos y sillas, cada cual en función de los miembros de su familia. Se comenzaron a colocar en dos filas dejando un pasillo en medio. Además, como los bancos no igualaban en medida, para alinear las filas se añadían sillas. Más tarde nos dotaron de bancos y entonces sí eran todos iguales.

El Teleclub fue el lugar de encuentro, convivencia y entretenimiento perfecto para todos, dada su variada programación adaptada para toda clase de público y edades. Don Iñigo (nuestro sacerdote) se hizo cargo de la llave y asumió la responsabilidad de la apertura y cierre del local en horario infantil, así como de guardar el debido orden.

Programas como “Antena Infantil” con los Chiripitifláuticos, Locomotoro, El Capitán Tan, Valentina, El Tío Aquiles y Los Hermanos Malasombra entre otros personajes, nos hicieron felices muchas tardes de nuestra infancia a niñas y niños, así como las series de dibujos animados Los Picapiedra, El Oso Yogui, El Gato Félix, La Pantera Rosa, Popeye o El Gordo y el Flaco entre otros muchos. Y por supuesto no nos perdíamos La Familia Telerín compuesta por Cleo, Teté, Maripí, Pelusín, Colitas y Cuquín (Los peques) que cerraban cada día la programación infantil. Con tardes tan entretenidas y divertidas se prolongaba un poco el horario de llegada a casa.

Ya en edad adolescente, lo pasábamos muy bien con series televisivas como El Virginiano, Caravana,  Bonanza, Daniel Boone, Viaje Al Fondo del Mar, Perdidos en el Espacio y Superagente 86 (que tanta gracia nos hacía cuando hablaba a través del zapato a modo de teléfono) y muchas otras series con sus respectivos personajes, que a todos nos mantenían mudos.

Nuestras madres, por su parte, disfrutaban con telenovelas tales como El Conde de Montecristo entre otras, además de obras de teatro y zarzuelas. También los bailes regionales que televisaban el Día de la Hispanidad eran algo que levantaba un espectacular interés.

El Telediario Segunda Edición era de interés común entre hombres y mujeres, las noticias era necesario conocerlas.

Nuestros padres acudían a ver las corridas de toros que en aquella época atraían a muchos aficionados, más tarde adquirieron mucho auge los partidos de fútbol y otros deportes, que eran retrasmitidos por el canal TVE 2.

Los mozos y mozas, con o sin sus respectivas parejas, eran habituales en el horario de noche, seguidores de series televisivas como El Santo, El Teniente Colombo o Misión Imposible, o programas como Galas del Sábado entre otros.

Las series estaban clasificadas para mayores de catorce años con “un rombo” y mayores de dieciocho años con “dos rombos”.
La programación de cada día se cerraba con la carta de ajuste, y quienes se quedaban hasta el final cerraban el local con la consabida cuenta de entregar oportunamente la llave a Don Iñigo al día siguiente.

Con tan solo los dos canales de Televisión Española existentes, nos dimos todos por satisfechos y pasamos estupendos ratos de convivencia, diversión y aprendizaje entre amigos y paisanos compartiendo, amén de los ya citados programas, los concursos tan interesantes que la televisión de entonces ofrecía para todas las edades: Cesta y puntos, Un millón para el mejor, Un, dos, tres… responda otra vez, entre otros conocidos.

Son momentos que dejaron huella en nuestras memorias y que merece la pena recordar.

Televisión Escolar, programa educativo para los más pequeños que se emitía por las mañanas de once a doce, nos servía de refuerzo y complemento a nuestra clase diaria. Niñas y niños salíamos ordenadamente de la escuela y nos dirigíamos en fila hasta el Teleclub con nuestros respectivos profesores Don Primitivo y Doña Paca, los cuales recibían previamente los contenidos de las clases de Televisión Escolar. Se instalaron en aquel entonces un buen número de televisores en centros escolares de toda España, pero en el caso de nuestro pueblo nos servimos del instalado en el Teleclub.

Cuando cada cual comenzó a disponer de televisor en su propia casa, el interés por el Teleclub comenzó a decrecer y se echó en falta la chispa de la convivencia tan enriquecedora como necesaria, los extraordinarios momentos con nuestro chupachups, nuestro chicle, nuestro palote, nuestro regaliz o compartiendo un paquete de pipas entre nosotros. Pero eso sí, las primeras casas que tuvieron televisor, para determinados programas tales como corridas de toros, lo compartían con los vecinos sin problema e incluso ofrecían tomar una pasta u oblea.

 

María del Carmen Fuentes Sendín